La espada WARG, una vikinga tipo AE inspirada en la espada Langeid. Hombres lobo vikingos, leyendas y espadas destruidas ritualmente
La espada Warg
El Lobo
El lobo ocupó un papel destacado en la mitología nórdica. Símbolo icónico de fuerza y fiereza, amparado en la imagen de la manada, plena de ideas de fraternidad, códigos y jerarquías. En ese sistema de creencias, se destacaba la fylgja (en plural fylgjur), una criatura sobrenatural dotada de poderes mágicos y atributos espirituales que acompañaba a las personas, siendo acorde con su carácter o estilo de vida. Los fylgjur podían ser lobos u osos, aunque también había bueyes, jabalíes, águilas y halcones.
El concepto de
fylgjur abarcaba también transformaciones entre humanos y animales. Sagas como
la de Egill Skallagrimson o la de Hrolf Kraki, describen guerreros convirtiéndose
en lobos u osos durante las batallas.
del siglo VI EC. Uppland, Suecia
El teriomorfismo (del griego antiguo therion: animal salvaje y morpho: forma) describe la transformación de humano a animal en un contexto mitológico o espiritual y el término teriantropía define la habilidad de cambiar de forma humana a animal y viceversa. Los teriántropos poseen un abundante expediente en casi todas las creencias, apareciendo desde tiempos inmemoriales en pinturas rupestres o en antiguos jeroglíficos egipcios. Incluso la Inquisición del siglo XVI, afirmaba poseer documentación fehaciente sobre la teriantropía, describiendo específicamente la licantropía (lobos humanos). De esta manera llegamos al guerrero-lobo que inspira esta Espada de Poder, una de las metamorfosis más constantes en las tradiciones tribales, folklore, mitologías y leyendas del mundo.
Los Úlfhéðnar (singular, Úlfhéðinn)
mencionados en las sagas Vatnsdœla y Völsunga, son descriptos como guerreros entrando
al combate cubiertos únicamente con una piel de lobo. El poema Haraldskvæði los
define así, marchando en cerradas formaciones, portando escudos que escurren sangre.
En Heimskringla y la Saga de Grettir, también se los denomina Úlfhéðnar. Las
crónicas cuentan que al igual que los Berserker, los Úlfhéðnar llegaban al
campo de batalla en un arrebato de furia inhumana, aullando como animales
salvajes, mordiendo con saña los bordes de sus escudos, “inmunes al dolor, al
acero y al fuego”. Según relatos de los escaldos “iban al combate sin cota de
malla y actuaban como perros rabiosos o lobos”.
Con el correr del tiempo, muchas leyendas identificaron
los úlfhéðnar como guerreros de Odín. La Edda de Snorri y la Edda de Saemund el
Sabio señalan dos lobos llamados Geri (voraz) y Freki (codicioso) escoltando a
Odín. Existen numerosos hallazgos arqueológicos que respaldan esto. El historiador
Michael Spiedel relacionó los lobos Geri y Freki con piezas arqueológicas en las
que aparecen figuras vestidas con pieles de lobos, como las placas de bronce
encontradas en la parroquia de Torslunda de la isla de Öland en Suecia. En una de
ellas, puede observarse la figura de Odín acompañado de un personaje con
atuendo de lobo (¿O un hombre lobo?) armado con lanzas. Spiedel señala un culto
pan-germánico de guerreros lobos, relacionados con Odín que desaparece con la cristianización
de estas gentes. Más allá de los argumentos y teorías, en un punto de la
historia vikinga, la memoria colectiva narrada a la luz de las fogatas declaró
que los Úlfhéðnar se convertían en lobos y no existía discusión acerca de eso. La
creencia en la licantropía se testimonia en la saga Volsunga, donde Sigmund y
su hijo Sinfjotli gruñían y aullaban como lobos en sus combates. Ya no eran
extraordinarios guerreros ataviados con la piel de su animal totémico, sino que
se habían convertido en un fenómeno sobrenatural imposible de explicar sin
recurrir a la magia. Eran el lobo mismo, lo que provocaba aún más temor.
Huargo deriva del nórdico antiguo “varg”, que designa en términos de
mitología nórdica a un lobo sobrenatural y formidable, tal como Fenrir, Sköll,
Hati, o el que montaba Hyrrokkin utilizando serpientes a modo de riendas. Las imágenes
de huargos nórdicos aparecen a menudo en estelas rúnicas asociadas a nombres derivados
de la palabra «lobo», tales como Wulfhroc, Scrutolf, Wolfgang, Wolfdregil y
Vulfolaic. Curiosamente y con una sonoridad fonética muy cercana a la de
“huargo” aparece en la mitología gallega el huerco, urco o huercu, un perro de
tamaño colosal, de pelaje negro, grandes cuernos y orejas puntiagudas que
aterrorizaba la región de Pontevedra.
El final de algunas
espadas vikingas
Hasta el momento en Noruega, el número de
espadas encontradas pertenecientes a la época vikinga llegan a tres mil
quinientas. La gran mayoría extraídas de tumbas. Las criptas más suntuosas,
obviamente de guerreros acaudalados, coinciden con hallazgos de espadas importantes,
ornamentadas con metales preciosos y hojas de compleja manufactura, posiblemente
importadas de Europa continental o de las islas británicas. En cambio, en los
enterramientos más humildes, las espadas encontradas fueron sencillas y
discretas, probablemente forjadas por artesanos locales. Ya sean modestas o
lujosas, muchas de estas espadas presentan señales que evidencian la práctica
de destruir las armas del finado como parte de la liturgia funeraria imperante
en la cultura de esa época. Si bien existen muchas teorías tratando de explicar
ese ritual, las razones de ese daño meticuloso e intencional continúan hoy siendo
un enigma. Las hojas presentan señales de haber sido calentadas al rojo,
dobladas, retorcidas y quebradas, los filos mellados, con golpes que dejan
traslucir intencionada violencia. El deterioro es de tal magnitud y naturaleza
que prácticamente hubiera sido imposible restaurar esas armas. Acreditados
arqueólogos teorizan que estas gentes percibían la espada como “algo con vida”
que había “que matar” para que pueda acompañar a su dueño. Sin embargo, ese
requerimiento de destrucción no afectaba a otros enseres enterrados con el
muerto. Estribos, vasos, ropa, instrumentos musicales, incluso barcos se han
encontrado intactos. Refuerzan la idea de la percepción vikinga de la espada
como algo animado otras hipótesis más audaces, aunque no descabelladas, que relacionan
estos procedimientos con un ritual necesario para “matar” a una entidad o poder
presente en la misma espada. Un poder que sería peligroso para la comunidad sin
el guerrero que lo dominaba o si pasaba a las manos equivocadas. Ese poder, al
ser transferible con la espada debía neutralizarse, ya que quién se adueñaba de
la espada, dominaría la fuerza imbuida en ella. En casi todas las culturas del
mundo, existen objetos individuales que las personas creen dotados de poderes
especiales, sin embargo, las espadas no son cualquier objeto. Se trata del arma
blanca que evolucionó culturalmente como la más emblemática, representativa,
ideográfica, significativa, simbólica y legendaria, razón por la cual las
fuerzas presentes en la espada, por lo general están vinculadas con las
funciones de ésta: proteger, rechazar el mal, alejarlo y combatirlo y
exterminarlo. Estudios recientes han enfatizado la idea del animismo en la
ontología de la Era Vikinga, posicionando a la espada como una presencia
poderosa asociada y/o conectada a una persona o a su linaje. Los poemas
nórdicos y las sagas cuentan historias sobre las espadas como marcadores de
estatus social y prestigio, pero también cuentan historias de espadas con
poderes distintos: espadas de belleza, espadas con nombres y biografías (como
si de personas se tratase), espadas de magia, misterio y también espadas
malditas. Esta capacidad de poder y magia, vida y muerte, quizás pueda
interpretarse como un reflejo de la percepción de las espadas reales por parte
de la cultura de vikinga. Esta visión vikinga de una dimensión más allá del
arma blanca, es el argumento detrás de la minuciosa destrucción de determinadas
espadas en aquellos rituales funerarios.
La leyenda
(De aquí en adelante es un
relato con bases históricas, verosímil pero teñido de folclore, magia y cosas
sobrenaturales)
En 1855 el anticuario y arqueólogo noruego Nicolay
Nicolaysen dio con un túmulo intacto en el cementerio vikingo de Borre,
Noruega. La tumba fechada en el siglo X, albergaba restos de un guerrero de
elite. La cámara funeraria construida en madera contenía los siguientes
objetos: dos hachas, un seax (cuchillo), un escudo del que solo quedaba el
umbo, una cota de malla, un casco, espuelas, enseres de montura, el esqueleto
de un caballo y una lujosa espada destruida con daño ritualizado. La
investigación arqueológica de Nicolay determinó una conexión entre el túmulo y
una gran piedra rúnica utilizada por los locales como parte de la estructura de
una capilla cristiana construida en el siglo XV a casi dos kilómetros del lugar.
La piedra, retirada de la tumba para ser reciclada como columna, conservaba
elementos pictóricos : una banda de texto rúnico enmarcada con extremos rizados
y un gran lobo armado de escudo y espada. La inscripción estaba muy
deteriorada, sin embargo, lo poco que podía leerse, referenciaba a un guerrero-lobo
de nombre Wolfhetan. La espada encontrada en la cripta tenía el aspecto de
haber sido muy lujosa. La empuñadura era de tipo Æ de la clasificación de
Petersen y la hoja de tipo 4 de la clasificación de Alfred Geibig. En la
defensa del arma podía distinguirse una incrustación de plata, un lobo armado
de escudo y espada idéntico al tallado en la piedra encontrada en la capilla. La
relación con la piedra rúnica era evidente. Sin duda, era la espada de Wolfhetan.
El guerrero de la tumba tenía nombre. La hoja que aun ostentaba restos de una
figura de lobo embutida en oro en el vaceo, presentaba evidencias de un
violento daño intencional, con profundas muescas en los filos y signos de haber
sido calentada al rojo y retorcida en un cerrado bucle de dos vueltas. Era el
único de todos los objetos inventariados que había recibido ese trato. A pesar
de los cuidados, la espada
desapareció ese mismo año en extrañas circunstancias, cuando era transportada a
la Sociedad para la Conservación de los Monumentos Antiguos Noruegos. La
responsable de la custodia era una joven arqueóloga local, que desapareció con
la espada. No obstante, la invaluable pérdida, el equipo de Nicolaysen había realizado una documentación muy detallada de la
misma, con moldes en yeso y minuciosos dibujos que permitieron duplicarla a
finales del siglo XIX, tal cual era antes de ser destruida en el funeral de
Wolfhetan. Rumores de la época, relacionaban el hurto de la espada con fragmentos
de una leyenda local recopilada por el equipo arqueológico. La misma advertía
que el muerto enterrado en la cripta, no era un simple Úlfhéðinn que combatía
semidesnudo, en trance y cubierto con una piel de lobo. Wolfhetan era un
guerrero ya viejo, astuto y malicioso que podía convertirse en un “Vargr” (en plural es "Vargar"), o
sea un lobo mágico, más inteligente, devastador y peligroso que un
"Úlfr", con capacidad de causar destrucción y engendrar el mal de
forma consciente e intencionada para beneficio propio. Al parecer, Wolfhetan llegó a esos parajes ya en tiempos de paz, incorporándose
a una comunidad de granjeros, a los cuáles comenzó a importunar en beneficio
propio. Una poderosa Völva (mujer que ve) fue convocada en
secreto para resolver el problema que atormentaba la comarca. El nombre de la
bruja se perdió en el tiempo, pero no su descripción: vestía una capa forrada
en piel de gatos blancos, una bolsa al cinto llena de hechizos y no envejecía:
era muy añosa, pero se veía siempre joven. La noche en que llegó recibió una
comida especial preparada con los corazones de varios animales que ella misma
sacrificó y al día siguiente, se dispuso a trabajar en su embrujo Seidr (brujería nórdica). A través del
mismo logró descubrir que el secreto del guerrero para transformarse en Varg
residía en su espada mágica. Esa misma noche convocó a las mujeres no
cristianas de la granja para que le ayuden a invocar espíritus a través del varðlokur, un canto para conjuros. A
medianoche mientras las mujeres cantaban en trance, numerosas entidades acudieron
dominadas por las voces, entre las que estaba el Vargr que residía en la espada.
En ese mismo momento la Völva hizo una señal y los campesinos corrieron a la
vivienda del guerrero y lo ultimaron sin miramientos en su cama. Al amanecer, los
hombres libres llevaron la espada de Wolfhetan a la Völva, quién para evitar se utilice
la magia que residía en la misma, ordenó al herrero calentarla en su fragua y
cuando esté amarilla, mellar los filos con un hacha, envolverla alrededor de un
tronco de fresno con dos vueltas y enterrarla junto con el muerto y todas sus
pertenencias. La Völva sentenció que la Espada Huargo nunca debería abandonar
ese cementerio y advirtió que, de ser necesario, regresaría. Todo eso fue
escrito en una gran piedra sobre la tumba del Huargo.
La policía de la
ciudad de Horten, lugar dónde se denunció el robo de la espada, buscó a la
arqueóloga durante mucho tiempo, extendiendo la investigación a toda Noruega.
Se demostró que la identidad y el título de arqueóloga eran falsos. La causa se
archivó con el título de “Fraude arqueológico y robo de piezas históricas”. La
espada nunca fue encontrada.
La leyenda hecha espada
La Warg, está inspirada
en una espada de la época vikinga tardía descubierta durante el verano del 2011
en el pueblo noruego de Langeid. Al igual que la espada original, la Warg tiene
una guarda tipo Petersen Æ del estilo de las encontradas en Ål y Buskerud,
Noruega o Suontaka en Finlandia. Una de las características más interesantes es
el agarre extremadamente corto e históricamente correcto. Las espadas de la era vikinga con guardas que se curvan hacia
delante tienen puños bastante cortos y el de la espada Langeid es uno de los
más cortos que se conocen: solo seis centímetros y medio. Solo admite tres dedos, por lo que el meñique
cabalga parcialmente en sobre pomo y el índice y el pulgar realizan la presa
sobre la guarda, esta característica aparentemente poco práctica del agarre
corto, brindaba ventajosas opciones a quién supiera esgrimirla, siendo un puño
ergonómico y cómodo
En cuanto al arte
aplicado a la espada, consultamos a Jonas Lau Markussen, una autoridad sobre
arte vikingo con la intención de acercarnos a una ornamentación hipotéticamente
factible que sea acorde a la leyenda que habíamos encontrado. Cronológicamente
la tumba de la espada Langeid está ubicada en el año 1030, época que coincide
con los estilos Mammen tardío o Ringerike temprano. Las espirales de plata
incrustadas en la espada original son una pista clara de esto. Los ejemplos
reales en los que nos inspiramos para el arte La espada de Wolfhetan, el guerrero lobo maldito los encontramos en los cofres Cammin y Bamberg
para el cincelado del cuero de la vaina y la contera. La piedra rúnica de Vang
N° 84 (provincia de Oppland, Noruega), nos brindó el estilo Ringerike de las
incrustaciones con hilos de plata de la cruz y el pomo y el lobo “warg”
incrustado en oro de 24 kilates en el vaceo de la hoja.
La hoja forjada
en damasco random de 1090 y 15N20, tiene 80 centímetros de longitud y 54
milímetros de ancho en la base. Las guarniciones están forjadas en hierro. El
pomo tiene incrustaciones de plata, runas y una máscara de Odín, así como la
guarda está ornamentada con dos lobos enfrentados armados con escudos y espadas
aullando a Odín, el cual tiene uno de sus ojos incrustado en oro 24 kilates. El
breve puño es de madera envuelta en alambre de plata, tal cual la espada de
Langeid. La vaina es de madera envuelta en cuero cincelado con una presilla
para el transporte construida en guampa de ciervo.
Largo total: 91
centímetros
Largo hoja: 80
centímetros
Ancho de la hoja
en la base: 54 milímetros
Peso: 1150 gramos
Fotografía:
Gonzalo Bermejo SIMÉTRICAS
Modelo: Mai
Milardovich
Estudio de la biomecánica de la empuñadura
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